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La inmigración venezolana está generando un cambio de perspectiva en el Perú y sacando a flote el miedo que refleja la toma de consciencia de nuestras debilidades como sociedad, en términos de qué tan competitiva es nuestra masa laboral. A la vez, bajo un punto de vista positivo, se trata de una oportunidad para reflexionar respecto a la estructura del empleo en el Perú, nuestra educación, el valor del trabajo y la escena política.

Partamos del hecho de que en nuestro país el empleo formal es prácticamente un lujo al que accede sólo el 30% de la población económicamente activa. Es decir, la mayor parte de la población trabaja de manera informal, sin derechos laborales, con trabajo intermitente o destajo, con remuneraciones por debajo del sueldo mínimo, sin seguro de salud y en condiciones de subempleo. Ésta es una realidad que debemos tener clara al analizar el impacto de la inmigración venezolana.

Hasta el momento, 78,000 venezolanos cuentan con un permiso temporal de permanencia (PTP) y 100,000 ya comenzaron los trámites. Todos ellos competirán en el mercado formal, idealmente. La competencia, como en cualquier mercado, es positiva y considero debe ser bienvenida. Yo mismo veo en donde trabajo y en las empresas con las que me relaciono a muchos extranjeros, no solamente a venezolanos. En este mercado, cuando se presenta una necesidad, ésta es cubierta por el mejor y si se da el caso que es venezolano, no hay diferencia alguna.

La discusión está en el mercado informal. Al no existir protección alguna hacia el trabajador, un despido complica su reubicación. La competencia por un empleo siempre es feroz, día a día. La llegada de los venezolanos no cambia la situación estructural, sólo complica las cosas en la medida de que quienes lleguen al país cuenten con una mayor capacidad para ejecutar las labores demandadas y, por tanto, generen mayor competencia. ¡Lo que está sucediendo es que se está transparentando el perjuicio de la informalidad y subempleo! La desprotección del trabajador informal coexiste en nuestra economía desde antes de la llegada de los venezolanos. Sucede que sus efectos nocivos hoy cuentan con un chivo expiatorio.

Si un venezolano estuviese quitándole un puesto de trabajo a un peruano, uno debería preguntarse cuál es el trasfondo de dicha situación. ¿Será que el venezolano está mejor capacitado, tuvo acceso a mejor educación, cuenta con más experiencia o tiene mayor predisposición hacia el trabajo? Si es el caso, ¿esta mayor competencia y acceso a trabajadores con mayores capacidades, no estaría mejorando nuestro nivel de competitividad? Lo veo como parte de nuestra evolución, ganarán los que están preparados y la economía como un todo. Quienes deben estar preocupados son quienes no están preparados para la competencia, más aún en un mundo que también evoluciona y demanda un nuevo tipo de profesionales, mayores capacidades digitales, acceso a tecnología y habilidades muy diferentes a las que promueven algunas escuelas y universidades en el Perú.

Finalmente, es pertinente recordar los motivos por los cuales los venezolanos llegan al Perú. Escapan de la pobreza a la que ha sido llevada Venezuela tras la continua aplicación de irresponsables políticas públicas y un nefasto manejo económico, bajo un paraguas de discurso político populista, chauvinista y anti libre mercado. Dada la escena política actual en la que algún candidato podría traer un discurso parecido al chavista, quizá tener a los venezolanos en nuestras tierras pueda ser muy útil para desacreditar las falacias populistas que tanto conocemos y tanto daño nos han causado en el pasado.

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Artículo publicado en América Economía, Edición Perú - Juan Carlos Mandujano