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EL ORÁCULO DEL SHAMÁN LA CUARENTENA DESDE EL PRINCIPIO...

En todas las culturas hay tiempo de abstinencia. Para pasar de un nivel al otro. Por ejemplo, para ser hombre -adulto- y aprender lo fundamental de la vida hay que ayunar entre los indígenas. Con las mujeres pasa igual en su primera menstruación. Para ser Shamán los días de abstinencia y contemplación se multiplican. Está en nuestros genes, cultura y universo. Si tenemos inteligencia y sentido común debemos entenderlo. Los Yaránaves -gente no indígenas- con más razón. Según el libro del Génesis, en la Biblia, el Diluvio duró 40 días y 40 noches. Para qué? Para renovar el mundo de los humanos que Yavé había creado. Pues todo se había deteriorado, empobrecido y prostituido. Tal vez la creación también estuvo en el orden de los 40 días, para que todo fuera perfecto. En todo caso, nada volvería a ser igual sobre la tierra. Jesús de Nazareth, se dice, que se fue 40 días con sus noches al desierto, y de allí salió a cumplir su misión. En 40 días también instruyó a sus discípulos. Buda, después de recorrer La India en busca de la sabiduría y no encontrarla se adentró en la selva y se sentó bajo un árbol, 40 días y 40 noches, hasta que se iluminó y floreció el árbol de la sabiduría. El ciclo de la vida y la muerte en la gente también tiene un tiempo parecido. Está en los 40 días el ciclo de la fecundación y que el hombre no puede tocar en la mujer; y para recibir a una nueva vida, los hijos. Pero también la muerte requiere de 4 días para su entierro entre las personas. EL CORONAVIRUS... Dios no juega a los dados, decía Albert Einstein; la naturaleza tampoco. Pero tienen sus maneras de manifestarse y hacer las cosas, para bien. El virus corona COVID-19, que se desarrolló en Wuhán, China, ya es un ícono y una señal de estos tiempos del siglo XXI del periodo cristiano. El que tengas ojos que vea, el que tenga oídos que oiga, y el que tenga entendimiento que razone. La especie humana que habita sobre la tierra no es todopoderosa. Tanto es así que una partícula invisible, un virus, la ha sacado de su soberbia de grandeza. Porque eso es la especie humana, una partícula sobre la tierra y en el universo; pero que puede hacer mucho daño, causar la muerte, incluso mas allá de su territorio. Como ejemplo está la contaminación de las aguas, la tierra y el aire de su hábitat. El planeta tierra necesita de una cuarentena para salvarse, y con ella la humanidad. Porque es seguro que la epidemia del coronavirus desaparecerá, como ha pasado con otras tal vez más letales. Pero, algo tan invisible y natural, ha demostrado ser más aterrador que una bomba atómica, afectando a todos por igual en las ciudades, en el campo y en los 5 continentes. En especial a los seres humanos. Pero de las “cuarentenas” tomemos lo mejor: el renacimiento. Porque una nueva humanidad debe surgir de esta pandemia del coronavirus. 1) Más comunicación. Pues la gente y los países cada día están más incomunicados. Hay más fronteras. Más dictadores y tiranos tratando de crear regímenes totalitarios. Personas atrapadas por su yo o los teléfonos celulares. Y que en medio de esta tragedia no se comunican ni unen para combatir al enemigo común, el “coronavirus “. 2) Tampoco se ha manifestado la solidaridad del amor al prójimo. Los ricos haciendo negocios, los capitalistas preocupados por las bolsas de valores, los gobernantes preocupados por sus cargos y sus votos, los pobres preocupados por comer antes de morir, y muchos dejando sin atender ni enterrar a sus familiares y amigos por temor a contaminarse. Vemos con tristeza y vergüenza como los Presidentes cierran sus fronteras solo para atender a los suyos, los gobernadores hacen otro tanto, y los alcaldes y dueños de aldeas también; es decir que, el que no tenga la nacionalidad o ciudadanía respectiva no es gente, no es humana y no es prójimo. En otras palabras: los intereses económicos, políticos, y sobre todo el miedo a la muerte dominan la vida de la especie humana en el siglo XXI. Pero, la muerte, el miedo y el dinero no es lo que hace grande a los seres humanos, sino la vida, el amor y la solidaridad. No olvidemos que las “cuarentenas “ no son para morir o desaparecer: son para renacer y trascender a un universo mejor.

Por Liborio Guarulla

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